Analisis de algún común Venezolano con memoria...
En Venezuela la
empresa privada ha vivido desde hace mucho tiempo, antes que se iniciara la democracia, mucho antes, en una situación de sospecha permanente. dudandose que sean las empresas una forma disfrazada de aprovechamiento de la
cosa pública., recordemos que con CADIVI se desmoronó el sistema a cuestas de las llamadas "empresas fantasmas" que se llevaron millones de dólares para importar nada o en su defecto alambre oxidado (opinión sustentada); Durante la era
colonial, solo era posible realizar una
actividad empresarial por gracia de la corona, tradición que se extendió
al período republicano. La riqueza petrolera, con el subsuelo en manos del
Estado, no hizo sino afianzar tal situación. De allí la creencia generalizada
de que toda fortuna en Venezuela tiene
origen político.
La
economía venezolana experimentó un crecimiento continuo desde 1920, fecha en la
cual comenzó la explotación petrolera, hasta 1978. La empresa nacional, privada
y pública, disfrutó de grandes oportunidades, sobre todo a partir de 1958, cuando el Estado adoptó una política activa para
su promoción y protección. Durante
veinte años el Estado promovió el desarrollo de la empresa privada por
todos los medios a su alcance.
A partir de 1978, la economía venezolana entró en un período de dificultades que se prolonga
hasta el presente. Las empresas nacionales comenzaron a sentir el impacto de la
devaluación, la reducción de la demanda y el control de cambios y de precios en
la década de 1980. Es, sin embargo, a partir de 1989 cuando se hace plenamente
presente el impacto de la crisis sobre las empresas con el desmantelamiento de
la anterior política de protección. En ese momento surgieron serias dudas
acerca de la capacidad de la empresa privada nacional para sobrevivir sin apoyo
del Estado. El gobierno planteó una política de apoyo a la reestructuración,
que tuvo escaso impacto real. Sin embargo, las empresas comerciales se
adaptaron sin mayor dificultad, convirtiéndose muchas de ellas en importadoras. Gran parte de las empresas manufactureras
lograron sobrevivir reduciendo la amplitud de sus líneas de productos,
mejorando la calidad de los mismos y la productividad de los procesos. Lo que
no lograron fue desarrollar una capacidad importante para la innovación.Se demostró que
eran menos dependientes de la protección gubernamental de lo que se suponía,
pero su legitimidad no aumentó significativamente a los ojos del público.
La década de 1990 se ha caracterizado por una elevada
volatilidad en los dos elementos que determinan el comportamiento de la
economía venezolana: el mercado petrolero internacional y la política económica
adoptada por el gobierno. El mercado petrolero experimentó el auge de la Guerra
del Golfo en 1991, la caída de la Crisis Asiática en 1998, y el auge de la
recuperación en 1999 y 2000. La política económica pasó por la apertura y
reforma del gobierno de Pérez, la reacción antiliberal, los controles y la
crisis financiera de los primeros
años del gobierno de Caldera, la
liberalización a regañadientes de la Agenda Venezuela, en la segunda mitad de
su gobierno, y la incertidumbre del gobierno de Chávez.
Crecer en un invernadero
El fomento de la empresa privada nacional por
el Estado venezolano se remonta a la creación de la Corporación Venezolana de
Fomento en 1946. Entonces se comenzaron a consolidar algunos grupos
industriales nacionales como el Mendoza Goiticoa, el Delfino, el Mendoza
Fleury, el Machado-Zuloaga , el Vollmer,
Phelps, el Neumann, el Domínguez
y el Branger. En el ámbito
comercial y de servicios destacan los grupos Boulton, Blohm y Tamayo, de larga trayectoria. En la banca, los
Velutini, Pérez Dupuy, Salvatierra-Benacerraf y Lecuna. Entre 1940 y 1960
llegaron a Venezuela más de dos millones de inmigrantes europeos, sobre todo
españoles, portugueses e italianos. Muchos de ellos se establecieron como
empresarios, de la construcción,
metalmecánica, confección, muebles, transporte, comercio al por menor,
agricultura y servicios. Estaba todo por hacer, se contaba con apoyo del
Estado, de manera que no era difícil iniciar una empresa si se contaba con
espíritu emprendedor y los conocimientos necesarios.
La
política de sustitución de importaciones establecida a partir de 1958 dio nuevo
impulso a la empresa privada nacional y numerosos profesionales decidieron
convertirse en empresarios. Entre las
medidas de apoyo acordadas entonces a la industria destacan la protección arancelaria, los créditos blandos, la exoneración de impuestos
y derechos de importación, y las compras gubernamentales pautadas en el decreto Compre Venezolano. La entrada de Venezuela al Acuerdo de Cartagena en 1971 significó la
imposición de restricciones considerables a la inversión extranjera como
consecuencia de la aplicación de la Decisión 24. Los empresarios nacionales
enfrentaron una gran abundancia de oportunidades de expansión lo cual dio lugar
a la aparición de grupos muy diversificados. Era inevitable que muchos de ellos
mostraran conexiones con el liderazgo político del momento.
Las empresas del Estado se multiplicaron,
paralelamente, con la creación a
comienzo de la década de 1960 de Cadafe, para el servicio eléctrico, y la
Corporación Venezolana de Guayana, para el desarrollo hidroeléctrico, el del
acero y el del aluminio. Las
telecomunicaciones estaban en manos del Estado después de la compra de CANTV,
la empresa telefónica en 1952. La nacionalización de las industrias del
hierro y el petróleo en 1975 incrementó
de manera significativa el papel del Estado en la economía. El punto de quiebre del desarrollo económico del país en 1978 coincide,
paradójicamente, con el cenit de la expansión de la empresa nacional, pública y
privada.
La
política de proteccionismo y la abundancia de recursos resultó en inversiones ineficientes tanto en
las empresas públicas como en las privadas. Esta tendencia se exacerbó durante
el primer gobierno del presidente Pérez, cuando a los recursos de la renta
petrolera se sumaron los del endeudamiento externo, propiciado por la banca
internacional para reciclar los llamados petrodólares. Entonces surgieron
nuevos grupos empresariales al calor del favor oficial. El modelo de desarrollo pierde dinamismo a
partir de 1978, cuando comienza a caer el rendimiento del capital, seguido por
el de la productividad.
Cuesta abajo en la rodada
Cuando
el presidente Herrera llegó al poder en 1979, preguntando “¿Donde están los
reales?”, en la mejor version de Jaime Lusinchi diciendole a un periodista "tu a mi no me jodes" (creo que ni Páez ni Zamora hubieran hecho tal barbaridad siendo hombres de campo y guerra) el país vivía un momento de pleno empleo que no se ha vuelto a repetir. Herrera adoptó
políticas de liberalización, incluyendo propiciar la salida de divisas para
“enfriar” una economía recalentada, dando inicio a una hemorragia de capitales que no se ha detenido en los más
de veinte años transcurridos. Al incremento de los precios del petróleo a más
treinta dólares por barril en 1978, como consecuencia de la caída del Shah de
Irán, siguió el derrumbamiento de precios de 1982, consecuencia de la reacción
de los países consumidores. El gobierno
nacional optó por cerrar más el mercado nacional y establecer un
régimen de cambio diferencial a partir de febrero de 1983. Hacia 1986 el petróleo cayó a menos
de 12 dólares por barril. El gobierno de Jaime Lusinchi decidió incrementar el
gasto público utilizando las reservas internacionales, para mantener una
bonanza aparente en espera del repunte de los precios petroleros, y introducir un control de precios que
condujo al desabastecimiento.
En
la década de 1980 la empresa nacional se benefició de las medidas tomadas por
el gobierno para prolongar la vigencia del modelo de desarrollo basado en la
renta petrolera y el proteccionismo. El mercado nacional estaba más protegido
que nunca. Los créditos blandos ya no estaban disponibles para la
industria pero se otorgaban generosos
subsidios a la exportación y a las actividades agrícolas. A mediados de la
década las empresas privadas nacionales fueron descritas como “jóvenes, muy
diversificadas, apenas competitivas, rentables,
endeudadas, familiares, atrasadas en su organización, y poco venezolanas en lo
relativos a su tecnología y al origen de sus dueños”
En
1989 las reservas operativas internacionales se encontraban en 300 millones de
dólares, el país no podía honrar su deuda externa y el crédito internacional
estaba cerrado. No había otra salida que negociar con el Fondo Monetario
Internacional, el cual exigía la apertura de la economía como condición para su
apoyo. El nivel de protección arancelaria se redujo de 130 por ciento a 10 por
ciento en 1989 y 1990, y se eliminaron las prohibiciones de importación. Sin
embargo, los sectores productores lograron adaptarse, en contra de lo
anticipado. Esto fue posible, en buena parte, debido a que la unificación de la
tasa de cambio en 1989, que eliminó el anterior régimen de cambio
diferencial, entrañó una considerable
devaluación de la moneda. La industria
manufacturera reaccionó a la apertura del mercado mejorando su eficiencia y la
calidad de sus productos. Muchas corporaciones
redujeron su diversificación, cerrando o vendiendo algunos de sus negocios
Paralelamente
se produjo la apertura a la inversión extranjera. La Decisión 24 del Acuerdo de Cartagena había
sido reemplazada por la Decisión 220, mucho menos restrictiva, en 1987 y ésta
por las 291 y 292 en 1991, en momentos en que todos los países andinos se
estaban abriendo de forma unilateral al comercio y la inversión.
El
programa de ajuste aplicado por el gobierno en 1989, y la política de apertura
suscitaron una enconada oposición no tanto de los productores mismos sino de
los partidos políticos y organizaciones sindicales y gremiales que vieron
amenazados sus privilegios. El no reconocer
las pérdidas cambiarias generadas por
la deuda externa privada obligó a muchas empresas a afrontar grandes
pérdidas y le granjeó importantes
adversarios al gobierno. En 1990 y 1991 se había producido un repunte en
la inversión privada y un
incremento en el crecimiento económico, el
empleo y el salario real, con la consiguiente disminución de la pobreza
gracias, en parte, al incremento en los precios del petróleo y en parte a los
efectos del ajuste y liberalización. Se dio inicio a las privatizaciones con la
venta del 40 por ciento de Cantv al consorcio liderado por GTE y de Viasa, la
línea aérea bandera, comprada por
Iberia.
Rafael
Caldera basó su campaña electoral en la promesa de revertir las reformas
económicas emprendidas por el gobierno de Pérez. Implantó el control de cambios
y de precios en 1994 pero no llegó a dar
marcha atrás como se esperaba en la apertura comercial ni en las
privatizaciones. En abril de 1996 adoptó una política económica similar a la
que había combatido, que comprendía el
intento de privatizar las empresas del Estado, pero que resultó menos exitosa
que la anterior.
La caída del
Banco Latino precipitó la crisis financiera de 1994 que llevó a la intervención
de 18 bancos, cuyo tamaño era equivalente al 60
por ciento de la capacidad del sistema financiero, y
otorgó auxilios financieros que
ascendieron a 1,8 billones de bolívares. Como resultado
se produjo un retroceso la empresa
privada nacional en el sector financiero. El Banco Provincial fue adquirido por
el Bilbao Vizcaya de España y el Banco de Venezuela por el Banco de Santander
de la misma nacionalidad, el Banco Consolidado fue adquirido por Corpbanca, un
grupo chileno, y Fivenez por el Banco Popular del Ecuador. Algunos bancos
importantes fueron cerrados, como el de Maracaibo, el Progreso y de la Construcción. Sobrevivieron algunos de
los grupos financieros nacionales más importantes como los Bancos Caracas,
Unión, Caribe, Venezolano de Crédito y Mercantil.
El
gobierno del presidente Caldera utilizó el anclaje de la tasa de cambio para
combatir la inflación y el incremento en las tasas de interés para desestimular
la fuga de divisas. Las empresas
manufactureras se vieron afectadas por la combinación de apertura del mercado
interno, elevadas tasas de interés y moneda sobrevaluada
Algunos
de los grupos empresariales más importantes se desmoronaron como consecuencia
de este conjunto de factores. El grupo Mendoza Goiticoa, que llegó a ser el más
relevante del país, quedó prácticamente
desmantelado. De sus principales empresas, el Banco La Guaira fue cerrado, Vencemos fue vendida a Cemex de México,
Venepal a sus gerentes, Grupo Químico a un grupo colombiano. La
Organización Cisneros vendió algunas de
sus empresas más importantes, como los supermercados CADA y las tiendas MAXY”S, adquiridas por compradores
colombianos, y adquirió otras en el
exterior, convirtiéndose en un grupo internacional. Corimon fue adquirido por
accionistas del Grupo Polar. El grupo Boulton perdió Seguros La Seguridad. El
Grupo Zuliano, el más importante del occidente del país, se desmoronó con la
caída del Banco de Maracaibo y de sus empresas petroquímicas
El
gobierno del presidente Chávez no ha tomado medidas hostiles hacia la empresa
privada y en sus primeros años adoptó una política económica más bien
conservadora y centrada en combatir la inflación. Sin embargo, su discurso
populista y su retórica revolucionaria ha hecho poco por promover la confianza
de los inversionistas y ha contribuido a
la caída del valor de las acciones de las empresas que cotizan en la bolsa
de valores. Ello condujo a la adquisición hostil de La Electricidad de Caracas
por la empresa estadounidense AES en 2000, lo cual representó un hito en el
retroceso de la empresa nacional. Sivensa, una empresa con una alta proporción
de ventas de exportación, ha estado amenazada por compras hostiles. Los
accionistas de otras empresas importantes que cotizan en la bolsa han optado
por venderlas, como es el caso de Mavesa adquirida por Polar en 2001.
Los
grupos empresariales que mejor han sobrevivido los avatares de la última década
han sido de capital cerrado. El grupo Polar ha crecido con incorporación de la
embotelladora de Pepsi Cola, la diversificación hacia hipermercados, a través
de Makro, y hacia la industria petrolera. La adquisición de Mavesa la
consolidaría como una de las empresas de alimentos y bebidas más importante del
América de Sur. El Grupo Cisneros ha vendido
su participación en Hit de Venezuela, ahora embotelladora de Coca Cola,
y en Telcel, la empresa líder de telefonía celular. Su hermana la Organización
Cisneros, como se dijo, se ha quedado
con Venevisión en Venezuela y ha invertido en comunicaciones en Estados Unidos
y otros países pasando a ser una empresa internacional. Inelectra, la empresa
líder en ingeniería, ha crecido de manera importante y ha establecido una
filial en Colombia.
La empresa en la economía política
bolivariana
En
la década de 1990 han surgido nuevas empresas, aunque no en número o tamaño
suficiente para reemplazar a las que han desaparecido. Acerca se ha convertido
en la principal aerolínea del país, mientras que Aeropostal ha mostrado una
notable recuperación. El Grupo Sambil ha realizado importantes inversiones en centros comerciales. El Grupo Sultan ha creado
grandes cadenas de tiendas aprovechando la libertad de importación y la
sobrevaluación de bolívar. El gobierno bolivariano ha tratado de estimular el
surgimiento de un nuevo empresariado que reemplace al existente, considerado
como producto de los favores de los gobiernos precedentes. Sin embargo, ha tenido
poco éxito en este empeño. Inclusive, grupos nuevos como el de Multinacional de Seguros, que apoyaron al
presidente Chávez en su campaña electoral, han terminado por volverse hostiles
al gobierno.
El
modelo económico del gobierno del presidente Chávez parece ser de carácter emergente, siendo
creado sobre la marcha sin contar con un plan detallado que guíe su desarrollo.
Sin embargo se pueden observar las grandes líneas que lo conforman. Se puede
resumir diciendo que se trata de un modelo que privilegia a los pequeños
productores, sean artesanos, comerciantes informales (buhoneros) o parceleros.
y a la empresas del Estado. Combina el
mercado como institución de intercambio, con la planificación central como medio
para imprimir racionalidad social a la
economía. Aspira a impulsar el surgimiento de u nuevo empresariado nacional, más productivo y nacionalista. Tolera la
presencia de las empresas multinacionales, a pesar de considerarlas
instrumentos de dominación económica de las potencias hegemónicas, dado que
oponerse a ellas supondría confrontar directamente a los países desarrollados.
Se ha enfrentado al empresariado nacional, agrupado a Fedecámaras, no solo por
razones ideológicas, sino por la capacidad de los empresarios para asumir
posiciones políticas y financiar a la oposición.
Sin
embargo, de este modelo únicamente ha logrado avanzar en el fomento de la
economía informal, favoreciendo a los “buhoneros” frente al comercio establecido. La pérdida de
unos dos millones de empleos formales durante los tres primeros años de
gobierno, cuando la fuerza de trabajo se estima en once millones, ha alimentado involuntariamente el sector
informal, el cual ocupa más del 55 por ciento de la fuerza de trabajo en 2002.
De cara al siglo ventiuno
Después
de treinta años de promoción oficial
dela empresa privada nacional, y veinte de decadencia, hemos regresado a una
situación no tan diferente a la existente en la década de 1950, excepto que las
industrias petrolera, petroquímica y del aluminio están en manos de Estado y los
medios de comunicación permanecen en manos privadas nacionales. Las empresas
multinacionales han retomado su preponderancia anterior en los sectores en los
cuales se les ha permitido incursionar, como la banca, la manufactura y las telecomunicaciones,
incluyendo algunos donde nunca la
tuvieron, como electricidad. La retirada de la empresa privada nacional se debe
tanto a factores externos como internos. La globalización ha reforzado el protagonismo de las empresas multinacionales y ha llevado a
que sectores que eran anteriormente territorio de la empresa nacional en casi
todos los países, como cemento, bebidas gaseosas y cigarrillos, sean dominados
por ellas. Por otra parte, las políticas proteccionistas sirvieron para crear
empresas poco competitivas pero la mayoría mostró una inesperada capacidad de
adaptación frente a la apertura.
Más difícil fue sobrevivir a los vaivenes de la
política económica, a una crisis financiera agravada por la torpeza del
gobierno, a la combinación de apertura de mercado, contrabando y
sobrevaluación, y a la inestabilidad
política y social de los últimos años. Es cierto que una parte de las empresas
privadas nacionales estaba destinada a sucumbir o a cambiar de manos ante los
embates de la globalización, pero las políticas erráticas de la década pasada
multiplicaron ese impacto más allá de
toda proporción.
Hacia un nuevo modelo de relación
La
economía venezolana debe superar su dependencia de la renta petrolera para
retomar la senda del crecimiento.Para ello se
requiere recuperar la confianza para invertir
y crear condiciones macroeconómicas favorables. En particular, es
necesario evitar la sobrevaluación de la tasa de cambio. También es necesario
reducir a volatitilidad de la economía, producto de los vaivenes del mercado
petrolero. Esto puede lograrse con una política petrolera de alto volumen y
precios bajos, que reduzca el componente rentista del ingreso.
Sin embargo, no es de probable un cambio en la propiedad del subsuelo por parte del Estado, ni una
reducción excesiva de la preponderancia de la explotación petrolera en la
economía nacional. En consecuencia, es de esperar que se mantenga vigente la
importancia del Estado como motor de la economía. De ser así, es fundamental
desarrollar una relación constructiva entre sector público y sector privado
como base del desarrollo económico del país. Como referencia de esta relación
público privada se puede citar gran número de experiencias internacionales
siendo la más emblemática la del MITI japonés y su papel en el
desarrollo de sectores industriales competitivos en Japón en la segunda mitad
del siglo XX. También se
conocen experiencias europeas, como el
desarrollo de Airbus como un productor aeronaútico de importancia global, y el
caso de la industria de defensa de los
Estados Unidos.
La
relación de cooperación público-privada ha sido conceptualizada en el modelo
del Diamante Estratégico, el cual especifica las áreas de intervención del
gobierno para apoyar el incremento de la competitividad
de los sectores productivos.Este modelo
se basa en el del Diamante de Porter, utilizado para analizar las fuentes de
ventaja competitiva de los sectores productivos.Los cuatro grupos de determinantes
de la competitividad planteados por Porter son: condiciones de los factores de
producción, los cuales divide en heredados y creados; condiciones de la
demanda; industrias relacionadas y de apoyo; y estructura del sector y
estrategia y rivalidad de las empresas.
El diamante estratégico plantea el papel que puede
jugar el Estado en cada uno de estos ámbitos. En relación con los factores de
producción, el Estado venezolano ejerce el control de la mayoría de los
recursos heredados. Estos incluyen los yacimientos minerales y de
hidrocarburos, los bosques y las aguas, el gas y la hidroelectricidad, las
atracciones turísticas naturales e
históricas. Algunas las maneja directamente, como la minería del hierro y la
bauxita, otras mediante concesiones, como el gas y los yacimientos auríferos.
El Estado interviene igualmente en la creación de factores avanzados,
incluyendo la tecnología, como en el caso del INTEVEP para las investigaciones
petroleras, la formación de los recursos humanos, a través de las universidades
y centros de entrenamiento, el financiamiento de proyectos, y la infraestructura específica como la de
riego y silos en el caso de la producción agrícola.
En relación con
la demanda, el Estado puede intervenir en la
creación de mercados mediante las
compras gubernamentales y las políticas que propicien la sustitución eficiente
de importaciones. No se trata de la creación artificial de mercados, sino de
establecer condiciones mínimas para hacer factible la producción nacional.
Se puede mencionar como ejemplo la creación de mercado por parte de Petróleos
de Venezuela para las empresas nacionales de ingeniería. Un segundo papel que
puede jugar el Estado en relación con la demanda consiste en elevar el nivel de
exigencia para impulsar a los productores
a mejorar la calidad. Este efecto se puede lograr mediante el establecimiento
de normas oficiales o mediante las especificaciones en las compras
gubernamentales, como en el caso de los
referidos proyectos de ingeniería contratados por las empresas petroleras.
En relación con las industrias relacionadas y de apoyo,
uno de los hallazgos de Porter consiste en que los sectores exitosos en el
mercado internacional suelen ser parte de un cluster o agrupamiento industrial.
El Estado puede propiciar la conformación de clusters mediante el estímulo a la
inversión en eslabones faltantes en las cadenas industriales y para la
instalación de proveedores especializados. Entre las medidas se encuentran la
exoneración de impuestos, la dotación de terrenos industriales y la dotación e
condominios industriales para PYMES. También puede ayudar a suplir las
carencias de los cluster nacionales propiciando alianzas internacionales, por ejemplo, para el
suministro de maquinaria y equipos que no se fabrican en el país.
El cuarto elemento del Diamante Estratégico se refiere
a la dinámica empresarial en el sector. El Estado puede propiciar la
competencia interna o la consolidación de empresas mediante fusiones o
adquisiciones, según se requiera para fortalecer el sector. Por ejemplo, México
propició la consolidación interna de su sector cemento, permitiendo a Cemex la
adquisición de otras empresas como preámbulo a su incursión en el mercado
global. El Estado puede propiciar la competencia entre empresas en el mercado a
la vez que estimula la cooperación en otros aspectos, Como la investigación
tecnológica y los consorcios de exportación.
Para que la cooperación público-privada resulte en el
fortalecimiento competitivo de la economía cada acción a tomar debe tener como
norte apoyar y dirigir las fuerzas del mercado, en lugar de oponerse a ellas o
pretender suplantarlas. Se requiere que los empresarios aprendan a utilizar el
poder del Estado para potenciar sus propias capacidades de cara a los mercados
nacionales e internacionales, no para obtener rentas, como ha sucedido en el
pasado.
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